Lo sé, tanto hablar de la mecánica digital en mi web y nunca había escrito un post como dios manda para explicar qué es la mecánica digital, de dónde sale y hacia donde va. 

Advertencia a navegantes: es un post bastante menos técnico y más autobiográfico de lo habitual, por eso supongo que me he resistido tanto tiempo a escribirlo (exponerme no me mola).

En un pasado no tan lejano… existía el análisis funcional

Eso es lo que soy con su nombre técnico, pero qué quieres que te diga: es cero sexy. Te viene alguien que no conoces de nada y te dice “hola soy analista funcional” y como si te dice “programador fullstack”. Suena complicado, chungo y poco útil a un negocio como el tuyo. 

Un analista funcional es una persona que traduce lo que quiere el cliente para que un programador lo entienda y viceversa. Cuando el programador dice “ni de coña, no se puede”, toca explicarle en lenguaje humano al cliente porqué no se puede. 

Los analistas funcionales no programadores somos una especie raruna. En general un analista funcional es un programador menos friky que el resto o no tan brillante picando código. Por eso me ha costado más que al resto de los mortales encontrar trabajo a puerta fría. La conversación era más o menos así:

  • Hola soy analista funcional
  • ¿Sabes programar?
  • No
  • Siguiente

A partir del 2010 también existía la variante:

  • Hola soy analista funcional
  • ¿Sabes programar?
  • No, pero me ha recomendado X
  • Ah, pues entonces ok
  • ¿Puedes viajar y trabajar fines de semana? (versión encubierta de “¿tienes hijos pequeños?”)
  • No
  • Siguiente

Pero la galaxia digital, ¡¡necesitaba análisis funcional para salvarse!!

En 2014 me echaron de un día para el otro, sin más, con una excusa mal trabada y pocas contemplaciones. Me daba mucha pereza repetir el patrón de entrevistas anteriores. Sabía que el análisis funcional era necesario más allá de la gran empresa: de hecho era más necesario en la pequeña que en la grande. 

Una grande se puede permitir cagarla y montar un sistema de pedidos de venta que cancele las comisiones de los vendedores sin que ningún analista lo detectara hasta que llegó a mis manos. Cuando lo dije la primera vez no me creyeron. Tuve que demostrárselo en la pizarra. Para entonces era demasiado tarde para cambiar el sistema. Si eres una grande, les dices a los vendedores que se callen y se aguanten. 

Si eres una pyme y tus vendedores te abandonan… la muerte te acecha peligrosamente. No tienes músculo para aguantar ciertas debacles técnicas, pero vienes a la batalla desarmado: no tienes ni idea de nada técnico ni digital, no tienes criterio para separar lo que es bueno para ti de lo que no te conviene. 

Yo lo veía claro, pero el mundo no. No era capaz de dominar la fuerza jedi ;)

Me pillé un curro de Project Manager cómodo para empezar a ahorrar y pagar facturas mientras la maestra me enseñaba a dominar la fuerza del mundo emprendedor. 

Y un día… estaba lista para la batalla final

Había conseguido mis primeros clientes, había vendido, había aprendido a presentar el análisis funcional como “transformación digital”. Y eso empezaba a sonar entre las pymes visionarias. 

Era verano de 2016, fui a mi jefe (ese que me dijo en mi primera semana “si hubiera sabido que eras madre soltera no te hubiera contratado”) y le dije: me voy de vacaciones y no volveré. 

La guerra del 2016, 2017 y 2018 fue muy dura: batalla a batalla, evento a evento, venta a venta, pico pala, pico pala.

Entraban proyectos, conocía personas, progresaba adecuadamente, pero seguía comiendo de los ahorros de una vida. La guerra por la victoria digital me dejó en una posición económica compleja. En 2018 rehipotequé mi casa. La apuesta del todo por el todo. 

Palabra justa, importante, es

En 2019 me apunté a Extraordinaria. Me dieron un identificador en blanco para apuntar nombre y profesión. Hacía tiempo que no usaba “transformación digital” en público, porque me generaba más problemas explicarlo que callármelo. 

Recuerdo que puse “Alba Delgado, ¿y tú con qué facturas?”. Lo sé, lo sé, cada una tiene sus momentos vergonzantes…

No podía pasar más tiempo. Pillé a no-marido/copy, dejé a mini-yo con los iaios, pagué barra libre de cerveza y nos sentamos a pensar y pensar y pintar y pintar hasta que salió: el arma que hizo cambiar el sentido de la guerra: ¡un nombre perfecto!

Empecé a usar mecánica digital en verano de 2019, primero así de pruebas, tímida, viendo que encajaba, flipando porque la gente lo entendía a la primera. Por fin había dejado de llamarme “analista funcional”, era mecánica digital (¡música ÉPICA por favor!).

Muy guay la historia, pero… ¿de qué va la mecánica digital?

Voy a seguir a Simon Sinek (uno de mis referentes): la mecánica digital va de qué, cómo y por qué usas tu tecnología.

Una buena mecánica digital te resuelve estas tres preguntas:

¿QUÉ sistema es el mejor para tu negocio?

En base a tu personalidad, tu presupuesto y tus objetivos de negocio. No hay receta mágica. No es todos Click-up o todos Asana o todos Trello. Mi palabra favorita es siempre DEPENDE.

¿CÓMO usar el sistema elegido y cómo ponerlo en marcha?

De manera eficiente. Aquí configuramos, montamos, enlazamos, cargamos datos. Es la parte más “mecánica” de la profesión. Esta es la parte fácilmente delegable, lo que la mayoría de mis clientes no quieren aprender.

¿POR QUÉ debes usar lo que usas?

Tengo una batalla personal contra la angustia tecnológica, esa que te hace pensar que con una herramienta mejor, te funcionaría mejor. No es cierto.

Necesitas montar tu negocio con seguridad, sabiendo que lo que tienes es lo que debes tener y sobre todo, pudiendo defender tu elección con convicción: uso Active Campaign por estos 3 motivos, o me pasé a Mailerlite porque está en español y es gratis. Saber el porqué te da paz mental. Y la paz mental te da capacidad para pensar. 

Cuando formo mecánicas digitales no solo les enseño CÓMO montar (que también) sino CÓMO elegir, cómo aportar criterio y cómo dar paz mental al cliente.

El objetivo es que cada cliente sepa que lo que tiene es lo mejor, pero también tenga claros los límites de crecimiento que va a aguantar su solución actual y cuánto le va a costar el siguiente nivel de crecimiento. 

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